miércoles, 27 de junio de 2012

The mouse II.

A doscientos metros del sur de Tirso de Molina, una joven tendera debía decir adiós a sus ahorros y sueños de prosperar en la vida.
Su cuenta en una web de trabajo era la única salida posible, para afrontar una crisis que se antojaba inminente.
Sola y con escasos recursos, la joven visionaba en su ordenador aquellas propuestas enviadas desde la web "Trabajo ya". Cuando de repente, la pantalla de su ordenador se tornó blanca.
-¿Qué ocurre?- preguntó la extendera.
-Hola Elena- saludó una voz, a la vez que en el monitor aparecía el logo de un mouse.
Incapaz de articular palabra, la sorprendida muchacha exclamó:
-¿Quién eres?
-Perdone usted mi educación, señora Elena, o mejor dicho Lena. Soy la voz del mouse, y quiero proponerle un trato.
-Un trato...- sonrió la joven sin salir de su asombro, quizás pensando que sería una broma más de su pandilla de amigos.
El logo del mouse, se diluyó en la pantalla,dandole vida a una foto familiar.
-¿Sabes quienes son?- interpeló la voz.
-Sí, mi familia- respondió la extendera, maravillada ante la imagen.
-Bien, cara Elena, el trato es el siguiente. Si observa usted, en el primer cajón de su escritorio, hay un portafolio dentro del cual se encuentra un revolver con una única bala. Dicho portafolio tiene seis compartimentos con trescientos mil euros. Suficientes para vivir una larga temporada.
Elena aún con la sonrisa habitando en sus labios, abrió el susodicho cajón, observando aquello que le describía la voz.

-Antes que usted comience ha hacerse preguntas, o intente apagar el ordenador, me gustaría invitarle a escuchar el trato. El cual es simple y se compone de una única regla, la vida de sus hijos, padres y hermanos, por el monto de dinero ofrecido.
-Esto ya no es gracioso, seas quién seas. Así que no continues con esta broma de mal gusto, o me veré obligada a llamar a la policía.
-Llámela y de paso explíquele, como es que obra en su poder un millón ochocientos mil euros, y un revolver con el cual se ha cometido un crimen, que además tiene sus huellas.
La fija imagen del ordenador se tornó móvil, ante la mirada impávida de Elena. En ella podía observar a sus hijos jugando en casa de sus padres, mientras la voz continuaba hablando.
-Dispone usted de treinta segundos para tomar una decisión. Intentaré ayudarle, recordándole que ya este mes no podrá pagar el colegio de sus hijos, y que la leucemia, continúa consumiendo a su madre. Tal vez, tanto dinero podría solucionar su vida... Pero es usted, quien debe tomar la decisión. El tiempo para la respuesta, comienza ya.
La joven agarró la pistola y mirando su movil, se repetía "que hacer". Los segundos pasaban y debía decidirse. De pronto, la bella estampa movil de su familia se difuminó, apareciendo su hijo menor atado a una silla.
-¡Alejandro! ¡Alejandro!- gritó desesperada Elena.
-¿Se ha decidido ya?- preguntó la voz.
Sin meditarlo y totalmente desesperada, la extendera elevó el revolver a la altura de su sién y disparó, escuchando un click.
Una silueta se acercó al pequeño infante y lo desató. Acto seguido, apareció la imagen de su madre, esta vez subida sobre un taburete, con una soga anidada al cuello.
-¡Por qué me haceis esto! ¡Por el amor de Dios, soltadla!
La misma silueta que instantes antes había desatado al pequeño, pateó el taburete dejando a doña Rosa contorsionándose en el aire.
-¡No, no!- gritó Elena mientras se disparaba en la sién. De nuevo, se escuchó otro click.
La oscura silueta, tomó una escalera y cortó la torturante cuerda.
Desesperada la extendera, comenzó a bramar, golpeándose con el revolver en la cabeza.
-Vas bien Elena, llevas seiscientos mil euros ganados. Continua- exclamó la voz.
-¡Soltad a mi familia, por favor! Si quereis yo me mato. Pero por favor soltadlos.
-Has aceptado jugar, ahora no podemos parar. Continua- espetó la voz a la vez que en el monitor aparecía su otro hijo encerrado en una habitación aislada, escuchando una maquiavélica grabación con la voz de Elena que repetía: "Te voy a castigar, te voy a castigar".
-Mamá. Eres tú mamá. Por qué me has castigado, mamá. Yo no he hecho nada, no me dejes aquí.
-¡Manuel pequeño, no ha sido mamá! No ha sido mamá- vociferaba Elena acercándose otra vez el revolver.
 Esta vez no se escuchó un click, sino una fortísima detonación que llenó de humo la pequeña habitación.
Con apenas un hilo de vida, los ojos de Elena se apagaban visionando al pequeño Manuel, gritando: "Por qué me has castigado aquí, mamá". Con más voluntad que fuerza, la joven sevillana, se acercó al monitor intentando agarrar con la mano la triste imagen, liberando el vil recuerdo.
Mientras su vida escapaba tras un charco de sangre, de una oscura furgoneta, descendía la familia Gómez.
-¿Os habeis divertido con la grabación, que le hemos hecho a mamá por el día de los inocentes?- preguntó la silueta que veía la extendera, ahora convertida en voz.
-Sí...- gritaron al unísono los pequeños.
-Venga niños, entremos que llego tarde para hacer la comida- interrumpió doña Rosa- Adiós señores. Denle recuerdos a mi hija.
-Serán dados señora- contestó la oscura silueta.
La ingenua familia, atravesó el umbral de la modesta casa, donde un maletín de piel les aguardaba en la mesa del comedor.
-¿Qué es esto Pedro?- preguntó doña Rosa.
-No lo sé. Hay una nota, que dice que tú tienes la llave en el bolsillo derecho.
La madre de la difunta Elena, introdujo su mano en el diestro bolsillo, sacando del mismo la llave. Asombrada la noble señora, se acercó al maletín y lo abrió. Apareciendo ante sus ojos y los de la familia, seiscientos mil euros y una nota ensangrentada en la cual rezaba:
                      Os quiero. Mamá.
Extrañada doña Rosa, corrió al teléfono y marcó el número de su hija. Tras dos tonos, una voz contestó:
-Buenas, señora. Le habla la voz del mouse. ¿Desea jugar?

                                                    ...................................................
                                                                 Continuará.

La daga pensante.

domingo, 24 de junio de 2012

Hojas caídas.

Gracias al destino,
por regalarme los ecos de su silencio.
Enseñándome a vivir,
más allá en el tiempo
sin llantos, sin cuerpo,
sólo silencio.
Eterno y bello silencio.
Padre celestial de un reino,
donde el suspiro acalla
las penas hechas lamentos,
y el desquiciante recuerdo lacera,
atormentando por dentro.

Regodeándose en el: "ya no puedo".
Recordándome que soy ente escrito,
verdugo de lo dicho y hecho,
enredado en verdades, mentiras inertes.
Vagabundo de mis años, anhelos, deseos...
Esclavo del universo
arrodillado sobre mi ser o estar.
 Sirviéndole a un dios regente,
rogando tras callados gritos,
el volver a escuchar el susurro del viento,
 que con su suave trinar me devuelva 
mis ojos, mi alma, mi cuerpo.
Todo lo que un día fui,
y hoy se ha convertido 
en ecos de mi silencio.


La daga pensante.